jueves, 14 de noviembre de 2013

“Alemania: Las buenas y no tan buenas noticias”

Gracias a la cooperación oficial alemana, pude pasar unos días en la tierra teutona y aprender mucho sobre su economía y sociedad actual. Definitivamente, la coyuntura económica alemana no es de crisis, sino de prácticamente pleno empleo (su tasa de desempleo nacional es de 5 por ciento y ciudades como Trier o Frigurgo tienen menos de 3 por ciento de desempleo).

Se trata de una sociedad donde el transporte público funciona a la perfección, pero donde resulta un buen gustito tomarse un taxi (¡todos los taxis son autos Mercedes Benz del año!). Caminamos durante un viernes por la tarde en un centro comercial regional de ropas de marca, como Versace y Armani, y las clásicas alemanas Adidas y Puma. Estaba bastante lleno de despreocupados alemanes dispuestos a comprar de todo y a todo precio.

La innovación alemana está por todas partes. Visitamos un centro líder mundial en micro y nano materiales,  dentro de una universidad regional, que hace investigaciones conjuntas con Bosch y Siemens, financiados de manera competitiva por el sector público alemán a nivel federal y estatal. En la vida diaria, podemos citar otro ejemplo: los baños públicos tienen excusados ¡con tapas que giran automáticamente 180 grados para ser absolutamente desinfectados en cada uso!

Pero hay noticias que no son tan buenas. Hace ocho años que la población alemana está disminuyendo, lo cual impone un límite severo a su crecimiento económico de largo plazo, tanto por razones de fuerza laboral como de mercado interno de consumo. Por ejemplo, en las calles y parques de las ciudades alemanas se ven más parejas con mascotas que con niños. De hecho, no es casualidad que los centros comerciales carezcan de tiendas de juguetes.     

Asimismo, a pesar de ser la cuarta economía del mundo y primera de Europa, solo tiene cuatro universidades entre las cien primeras del mundo en los rankings internacionales. Se supone que tratándose de la única potencia desarrollada que no tiene una crisis presupuestal, debería poder invertir más recursos en lograr un mayor liderazgo en investigación de talla mundial.  

Por otro lado, hay presión social y necesidad de que una mayor proporción de habitantes acceda y culmine la educación universitaria. Esto implica acceso no solo a las grandes y reconocidas universidades de investigación, sino a otros modelos de universidades de ciencias más aplicadas. El debate actual es si es que estos títulos pueden ser comparables a los tradicionales de mayor contenido académico y si pueden conducir a maestrías y doctorados.

Por último, un dato sorprendente que puede tener un origen histórico valioso para el desarrollo industrial de Alemania, pero que podría revisarse ahora, es la decisiva decisión sobre el futuro laboral de los niños recién acabada la educación primaria. Dependiendo de las aptitudes y desempeño mostrados por los niños en la primaria, se les destina a una educación secundaria y superior académica, o a una formación vocacional orientada al trabajo técnico. Parecería muy restrictivo bloquear el potencial acceso a la universidad u a otro tipo de institución superior a chicos desde tan temprana etapa de sus vidas. Sabemos que muchos jóvenes (y hasta adultos) talentosos recién descubren su verdadera vocación profesional bastante tarde en sus vidas, por lo que no tiene sentido que el sistema lo haya definido todo antes de iniciada la adolescencia. 

Publicado en El Comercio el 5 de Noviembre del 2013

jueves, 7 de noviembre de 2013

Del barrio de El Porvenir a decano en la Universidad del Pacífico

El economista Gustavo Yamada contó su historia de superación y esfuerzo en una entrevista para Posdata

JUAN AURELIO ARÉVALO
Tengo 50 años. Estudié la primaria en el colegio nacional 441 Javier Prado y la secundaria en el Felipe Santiago Salaverry. Soy hincha de Alianza, pero siempre he sido un mal futbolista. Tengo una linda esposa y dos hijos. ¿Mi mayor virtud? La perseverancia y lo que los psicólogos llaman resiliencia. ¿Mi peor defecto? Me hubiese gustado ser más integral: ser un buen deportista, tocar un instrumento. Después de almuerzo entro a You Tube y, por 10 minutos, escucho música clásica. Estoy aprendiendo a escucharla.
Lo primero que se le viene a Gustavo Yamada a la mente al recordar El Porvenir es la bodega de su padre. “Yo veía entrar a todo tipo de consumidores y de familias. La austera modelo, la grande, los migrantes de primera generación de la sierra, los de origen afroperuano. Ese crisol de muchas razas también lo viví en el colegio”.

— Así que de niño ya iba diferenciando a distintos grupos…
Creo que la curiosidad académica nació ahí. De chico me gustaba devorar libros y observar. Ese contexto de transacciones me fue llevando a interesarme por la economía, pero lo que me terminó de animar fue ver al ministro Silva Ruete en televisión.
Me parecía importante lo que discutía. Sus decisiones afectaban el manejo diario de la economía familiar.
— Me imagino que su paso de un colegio público a una universidad privada fue complicado…
Definitivamente fue el momento decisivo de mi vida. Yo creo que la primaria fue bastante razonable en términos de calidad, pero en secundaria sí encontré un bache bien fuerte. Tanto en la empatía de los profesores con los muchachos como en la capacidad de transmisión de conocimientos. En cuarto y quinto de media tuve meses enteros sin ir al colegio por huelgas del Sutep. Yo me relajé en la secundaria. Además, en ese tipo de barrios la imagen de chancón no es popular.

— ¿Se sentía excluido?
Cuesta integrarse. A ver… vives en La Victoria y eres pésimo futbolista, chancón y no eres muy atractivo físicamente. ¿Qué haces? A mí me ayudó la música. Me aprendía las letras de canciones, tenía mi radio a pilas…

— Felizmente no le cayó Apdayc…
¡No! [risas] Yo tenía claro que debía intentar ser número uno del colegio porque tenía acceso asegurado o preferencial tanto a la universidad privada como a la pública. Mis opciones eran San Marcos o la Villarreal. Pero tenía un tío que enseñaba por horas en la de Lima. Era contador, el que más había progresado en la familia, y él le dijo a mi papá que hiciera el esfuerzo para que yo fuera a la Pacífico o a la Católica.

— ¿Y qué dijo su padre?
Yo soy el mayor de cinco hermanos. Mi madre murió cuando tenía 14. Era un esfuerzo muy grande, pero mi papá dijo: “Lo voy a hacer, pero probemos el primer año. Si no alcanza la plata, irás a una universidad nacional”. Y así vine a la Pacífico. Salaverry 2020. Primera vez por estos barrios. Luego mi tío se enteró de que la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) había destinado un fondo para que los hijos de migrantes pudieran estudiar y eso me aseguró terminar la universidad.

— En marzo escribió un artículo sobre cinco hábitos para brillar en la vida. El último era cuestionarse constantemente lo aprendido…
Sí. Yo recuerdo que en la universidad me era muy difícil preguntar, intervenir. Yo tenía al costado a chicos del Santa María, de Inmaculada, pero logré esa actitud. Yo siempre le pregunto a mis alumnos: “¿Cómo hacen para diferenciarse de Google?”. Tienes que tener esa capacidad reflexiva, inquisidora. Preguntarte qué tal si esto no es verdad.

— Y de lo que ha investigado, ¿qué dato lo ha hecho cuestionarse, decirse a Ud. mismo: no puede ser?
Por ejemplo: hay preguntas que internacionalmente se han validado para medir lo que debería saber un niño al final del segundo grado. Una es: hay una caja con 25 bolitas, rojas y azules. Si 13 bolitas son rojas, ¿cuántas son azules? Esa pregunta solo el 13% de los chicos en el Perú la pueden responder correctamente. Eso a mí me frustra bastante. En Corea y Finlandia es el 99%.

— ¿Y qué será de ese niño después?
Si esos chicos tienen 8 años, de aquí a 10 una buena parte entrará a la fuerza laboral en un mundo donde todo es lectura y comprensión. Lo más probable es que si en segundo grado no podían hacerlo bien, la tendencia es empeorar. Y esa es la fuerza laboral futura del Perú. Frustra, pero me anima a seguir investigando estos temas porque nos estamos jugando el desarrollo del Perú.

— Para ese niño de la bodega, que se convirtió en viceministro de Promoción Social y hoy es decano de Economía de la Pacífico, ¿cuál ha sido la mayor lección en la vida?
Hay un tema fundamental: tiene que haber más igualdad de oportunidades. En mi caso el esfuerzo y el talento me ayudó, pero qué hubiera pasado si no tenía a ese tío que me aconsejó o si mi padre no hubiese tenido esa bodega que le permitió distraer algún tipo de capital en la educación. O si no hubiese sido nikkéi. Ahora hay un poco más de oportunidades con Beca 18, pero las probabilidades que ocurra lo mismo que me pasó a mí son muy pequeñas para una gran mayoría. En todas las sociedades que han avanzado, el desarrollo de la educación ha sido clave. Te posibilita crecer y da legitimidad a la movilidad social. Llegas a cierto lugar porque te esforzaste, porque ‘chancaste’. Yo creo que no se trata de igualar los ingresos sino igualar las oportunidades. Las diferencias son legítimas y necesarias porque dan sentido a que te esfuerces.

— ¿Y por su esfuerzo lo veremos pronto en el directorio del BCR?
Quién sabe. Si hay un relativo consenso en las candidaturas, sí voy a colaborar. Pero no me quita el sueño.

Publicado por El Comercio el 25 de Octubre del 2013