viernes, 8 de enero de 2016

Empleo a corto y mediano plazo

El año que acaba de culminar trajo pocas mejoras en el mercado laboral peruano. De acuerdo a datos hasta noviembre 2015 del INEI para Lima, la tasa de desempleo abierto se ha mantenido alrededor del 6%. Sin embargo, el número total de empleos adecuados, por horas o por ingresos, ha dejado de crecer. En consecuencia, la tasa de subempleo se incrementó de 32 a 34% de la fuerza laboral. La misma fuente reporta un crecimiento nominal en los ingresos laborales de 4.2% que, por lo menos, permitió mantener la capacidad adquisitiva de las remuneraciones en este año complicado.

Por su parte, las estadísticas hasta setiembre 2015 del Ministerio de Trabajo muestran un incremento acumulado de doce meses de sólo 0.7% en el empleo formal de empresas privadas de 10 a más trabajadores en las principales ciudades.

La causa más próxima a estos indicadores laborales estancados es la significativa desaceleración experimentada por la economía. La elasticidad empleo- producto mide el incremento porcentual en el empleo por cada punto porcentual de crecimiento en el PBI real. Si el 2015 ha terminado con un crecimiento alrededor del 3%, tendremos en la coyuntura actual una elasticidad empleo-producto de solo 0.25, una de las más bajas registradas en los últimos tiempos.

Estos números indican la imperiosa necesidad de recuperar una senda de crecimiento mayor para la economía peruana. Una mirada comparativa de los resultados laborales en el período de auge, gracias a las encuestas ENAHO 2004-2014, nos convencerá del poder del crecimiento económico para mejorar la situación laboral de los peruanos.

En esta década prodigiosa, que ahora empieza a parecer lejana, los ingresos laborales se duplicaron en términos reales. La proporción de fuerza laboral con empleos adecuados se incrementó en 22 puntos porcentuales de 41 a 63%, y el subempleo disminuyó de 53% a 33%. En números absolutos, el empleo adecuado a nivel de todo el Perú creció a un ritmo de 6.4% anual, ¡tanto como el propio crecimiento récord de la economía! Es decir, una elasticidad empleo-producto asombrosa de 1.

Más aún, el empleo formal total (medido operativamente como aquél que cuenta con seguro de salud) también se incrementó a una tasa anual promedio de 6.3%. Estos empleos formales pasaron de totalizar dos millones y medio, a cuatro millones seiscientos mil. ¡Todo un récord histórico! Lo que relativiza esta cifra es que la fuerza laboral ocupada en el país supera los 16 millones. Por ello, la tasa de formalidad laboral pasó de una base muy baja de 19.4% a un significativo 28.8%.

Estas comparaciones en épocas de auge y desaceleración ofrecen una conjetura interesante. Si bien estimaciones econométricas previas arrojaron una elasticidad empleo producto de largo plazo alrededor de 0.5, su evolución puntual sería bastante pro-cíclica: se aceleraría en auges llegando a situarse cerca de la unidad, mientras que se contraería drásticamente en desaceleraciones hasta valores de un cuarto o menos.

La lección parece contundente: si queremos volver a lograr mejoras en el mercado laboral, tenemos que recuperar tasas de crecimiento económico superiores al 4-5% anual, para lo cual se requieren reformas estructurales que destraben la economía en todos sus ámbitos (incluyendo el laboral y de capacitación), aumenten la productividad de sus factores, e impulsen mayores niveles de inversión privada y pública eficiente en todo el país.


PD: Se nos fue inesperadamente Jorge Fernández-Baca dejándonos una ejemplar producción de textos de microeconomía, teoría monetaria y organización industrial. Nuestro más sentido pésame a sus familiares.

Artículo publicado en el Diario El Comercio el 6 de enero de 2016.

La brecha entre dos Coreas

Como detallamos en nuestra columna anterior, Corea del Sur ha experimentado un verdadero milagro económico que lo catapultó de producir anualmente 850 dólares por habitante en los cincuenta a 26 mil dólares hoy en día, situándose ya entre las 30 naciones más desarrolladas del planeta.

¿Qué pasó mientras tanto en Corea del Norte? De acuerdo a Naciones Unidas, se ha quedado con un producto per cápita anual estimado actualmente en alrededor de 600 dólares, ubicándose entre los 20 países más pobres del mundo. La diferencia entre ambas naciones, separadas hace sólo seis décadas por el famoso Paralelo 38, sería de más de 40 veces, aunque la comparación no resulta sencilla por la ausencia de mercados y precios en Nor-Corea.

Felizmente, el Banco Central de Sur-Corea realiza una estimación detallada anual de la producción real agregada del vecino del norte, utilizando para ello los precios de mercado prevalecientes en el sur. En dicha estimación la brecha nominal entre ambas Coreas se reduce, pero sigue siendo tan astronómica como de 18 veces a 1.

Pero un par de imágenes pueden decirnos más que muchos números. La primera proviene del espacio: Los astronautas de la Estación Espacial Internacional han podido captar fotografías nocturnas de toda la península coreana con gran resolución. El contraste es abismal.

En la parte sur se aprecia un continuo de miles y miles de luces destellantes, mientras que en el norte prácticamente todo es oscuridad. De hecho, pareciera que el Mar de Japón y el Mar Amarillo estuvieran unidos por otro “mar visual” (que sería Corea del Norte).  Es el desarrollo luminoso versus el oscuro subdesarrollo.

La segunda imagen proviene de comparar estaturas de niños surcoreanos y norcoreanos de la misma edad. Existe una brecha promedio de hasta 8 centímetros entre ellos, que no puede ser atribuida a diferencias raciales.  Más de un tercio de niños norcoreanos está desnutrido, mientras que dicho fenómeno es insignificante en los niños surcoreanos.

El caso de la península coreana quizás sea el mejor ejemplo teórico-práctico contemporáneo del papel crucial que tienen las instituciones en el devenir de las economías: un exitoso sistema capitalista que incentiva, premia y protege la propiedad privada, el emprendimiento individual, la inversión y la innovación, versus un sistema comunista impuesto a una población de 25 millones, donde el común denominador es la pobreza y el retroceso en todos los ámbitos de la vida.

En la economía y sociedad surcoreana la inversión individual y familiar en capital humano es clave para seguir progresando a pasos agigantados. Un verdadero milagro educativo que hemos detallado en nuestras columnas de agosto y setiembre del 2010 en esta misma sección.


Hace pocas semanas se difundieron imágenes del día en que se efectúa la prueba final de educación secundaria para admisión a las universidades de Corea del Sur. Un evento para las familias coreanas tan importante como la final de una olimpiada o campeonato mundial de fútbol. Todo el país se puso a disposición de estos cientos de miles de jóvenes que se habían preparado con ahínco para lograr un lugar en la competitiva y desarrollada sociedad surcoreana. A dicho estándar debemos llegar, y a ritmo “pali pali”, si queremos completar nuestro desarrollo en esta generación.

Artículo publicado en el Diario El Comercio el 9 de diciembre de 2015.

Pali Pali en Corea del Sur

“Pali Pali” es una expresión coreana que significa “¡apúrate…más rápido!” y representa muy bien el ritmo intenso y competitivo que se percibe en la fascinante Corea del Sur. El mes pasado viajé allá para participar en un panel auspiciado por el BID y el Fondo Coreano de Reducción de Pobreza. El objetivo fue evaluar programas de Maestría en Gestión Pública, ofrecidos por universidades coreanas de primer nivel, que beneficiarán a funcionarios públicos de la mayoría de países de América Latina y el Caribe. Es muy destacable el papel que cumple el BID en tender múltiples puentes entre esta estrella asiática y nuestra región.

Lo ocurrido en Corea del Sur en las últimas décadas califica plenamente como “milagro económico”. Su PBI per cápita anual en dólares constantes de 1990, pasó de 850 en los 50s (inferior al peruano de entonces) a 26 mil dólares hoy (cercano al promedio de países OCDE, más de cuatro veces el equivalente peruano nominal y tres veces en paridad de poder de compra). Es decir una tasa de crecimiento promedio anual por habitante de casi 6% durante cinco décadas.

Hoy Corea del Sur es la tercera economía de Asia (solo detrás de China y Japón). Sus  más de 50 millones de habitantes gozan prácticamente de todas las libertades democráticas y de desarrollo personal.  Una señal del progreso alcanzado es la creciente participación de marcas como Hyundai, KIA, LG y Samsung en nuestra vida diaria. Sin embargo, ¿será que este desarrollo fue solo hacia afuera, sin reflejarse internamente en un estándar de vida desarrollado? “Ver para creer” como dice el refrán.

En Seúl me he vuelto a topar con estas marcas, pero con un significativo plus que denota un nivel de vida más elevado: todos los taxis son Hyundai y KIA nuevos en sus versiones de alta gama “Sonata” y “K7-Óptima”.  Otro indicador de desarrollo comparativo: no encontré mendicidad significativa en las calles céntricas de la capital ni en días de semana ni durante el fin de semana.

La infraestructura de transporte público es impresionante: 18 líneas de metro con 645 estaciones que interconectan, cual malla casi perfecta, toda el área metropolitana de Seúl de manera subterránea. Más aún, otras 4 ciudades coreanas tienen también sistemas de metro. Y muchas líneas de trenes de alta velocidad y excelente servicio recorren todo el país sin ningún minuto de retraso.

Lejos de ser complacientes con lo alcanzado, los coreanos discuten permanentemente y ejecutan acciones para seguir mejorando. Por ejemplo, se quejan del acelerado envejecimiento poblacional, la baja productividad de sus servicios, y el insuficiente  crecimiento económico potencial, porque faltan reformas para producir ciudadanos más creativos y generar esos grandes inventos que dicen ¡no haber logrado todavía!

La lección más importante de Corea del Sur es que sí se puede aspirar a completar un proceso de desarrollo en un par de generaciones con las políticas y reformas adecuadas. La segunda lección, y este es el reto más importante, es que para hacerlo a dicha velocidad se debe tener un sentimiento nacional compartido de urgencia y persistencia: ¡debemos adoptar una cultura “pali pali”!  ¿Cómo se puede inculcar todo esto en un sistema educativo y una burocracia pública de calidad?... pues lo discutiremos en una próxima entrega. 

Artículo publicado en el Diario El Comercio el 11 de noviembre de 2015.

Cumbre de primer mundo

Durante la semana pasada, Lima fue exitosísima sede de la Asamblea Anual del FMI y Banco Mundial, realizado en América Latina después de 48 años. Haber sido elegidos como anfitriones para tan importante ocasión ha sido un reconocimiento explícito a los progresos logrados por la economía peruana en estos últimos 25 años.

Muchos asistentes internacionales regresaban al Perú después de décadas y quedaron absolutamente impresionados con los cambios registrados en nuestro país y capital. Los analistas mundiales han podido comprobar de manera vivencial la gran recuperación de nuestra economía y el potencial para continuar con su desarrollo.

Para los economistas y financieros, asumir la compleja logística de este tipo de cumbre equivale a organizar un Mundial de Fútbol o Juegos Olímpicos.  Cada tres años se elige una ciudad fuera de Washington que pueda disponer de infraestructura y condiciones de seguridad al nivel del primer mundo para albergar a los ministros de economía, finanzas y presidentes de bancos centrales de 188 países, y más de 12,000 participantes entre inversionistas, líderes empresariales, activistas del desarrollo, académicos, periodistas y hasta estrellas de cine. El consenso entre todos fue que el evento estuvo impecable.

En cuanto al panorama económico internacional, al principio de la semana se empezó con pronósticos un tanto nublados, en encuentros en la Universidad del Pacífico el lunes y martes. Sin embargo, conforme se discutía a profundidad con los actores directos de países desarrollados y emergentes durante la semana, la visión se clarificaba y, al cierre del evento el domingo, se terminó con un cielo parcialmente soleado: los tiempos son más retadores, acabado el superciclo de las materias primas, pero hay mayor certidumbre sobre el potencial de crecimiento sostenido del mundo emergente, la calidad de sus políticas y policymakers, y las reformas estructurales que necesitan retomarse.

La construcción en tiempo récord del Centro de Convenciones de Lima y la Torre del Banco de la Nación, junto con la perfecta organización del evento, nos brinda lecciones mayores: cuando tenemos ambiciones, metas y plazos claros como país, podemos acortar aceleradamente las brechas de infraestructura física, organización y capital humano, y competir con el mundo entero en la producción de toda clase de bienes y servicios.

Mientras me movilizaba a lo largo del denominado “Complejo Cultural de la Nación” (que incluye decenas de ambientes espectaculares para eventos de este tipo en el fabuloso Centro de Convenciones, la Torre del BN, el Museo de la Nación, el Gran Teatro Nacional y la Biblioteca Nacional), recordaba que hace una década atrás Lima también fue sede de un evento económico regional: la Asamblea Anual del BID.


Entonces solo se tenía el Museo de la Nación y hubo que acondicionar varios ambientes provisionales para realizar las reuniones plenarias. Hoy, y por décadas, podemos albergar grandes eventos nacionales e internacionales, compitiendo con otras capitales regionales y mundiales. Los siguientes pasos para completar el proceso serían construir un gran hotel en las cercanías, concesionar un selecto número de restaurantes, y realizar la obra tan necesaria de conexión por vía rápida de toda la Avenida Javier Prado hasta el Aeropuerto.

Artículo publicado en el Diario El Comercio el 14 de octubre de 2015.