El número 13
ha sido asociado a la mala suerte desde tiempos inmemoriales. Uno de los
probables orígenes de dicha superstición sería el hecho de que fueran 13 los
comensales en la Última Cena de Jesucristo. Hasta el día de hoy se evita el número
13 en variadas circunstancias, ya sea por creencia o “por si acaso”. Así, hay
muchos elevados edificios en el mundo sin un piso 13, también es notoria la
ausencia de la línea 13 en varios sistemas de buses alrededor del planeta, o la
inexistencia de la fila 13 de asientos en algunos aviones. Sin embargo, el
primer año del presente milenio que acaba con el número 13 no tiene porqué ser un
período de mala suerte económica o laboralmente, al menos para el caso peruano.
La situación
económica internacional todavía es complicada, y debemos acostumbrarnos a que
así lo sea por el resto de la década, pero difícilmente empeorará más. Tal como
lo señala The Economist en su última portada, los Estados Unidos se están
“europeizando” en el sentido de mantener un sistema político empantanado que
sólo llega a acuerdos mediocres de último minuto para salvar los abismos que enfrentan.
Así, les será muy difícil volver a alcanzar una velocidad de crucero y cada vez
será más sencillo para China arribar al podio de la economía mundial.
Felizmente, en
el frente interno tenemos componentes vigorosos de la demanda agregada, por lo
menos por un par de años más, que más que compensan el frágil escenario
internacional. Las inversiones, tanto privadas como públicas, siguen creciendo por
encima del PBI, por lo que juntas se van acercando al ratio de 30% del PBI de
algunos países asiáticos. Por su parte, el consumo privado y el gasto de
gobierno también están aumentando por encima del 5% real anual. Como resultado,y
a pesar de la gruesa ineficiencia estatal en casi todos los sectores, volveríamos
a alcanzar un récord de crecimiento de América Latina por dos años consecutivos
con una expansión cercana al 6%.
Esta sería
la base para avances en el ámbito laboral, que podrían ser mayores con una
legislación laboral menos rígida. La tasa de subempleo disminuiría conforme el
crecimiento genera mejores empleos, que sustituyan los cachuelos que todavía
son la fuente de ingresos para un tercio de la fuerza laboral limeña, mientras
que el desempleo podría situarse por debajo del 6%. Esta es la radiografía capitalina
que se puede esbozar con la encuesta de empleo del INEI. Sin embargo,para el
resto del país hay limitaciones de datos(las estadísticas del Ministerio de
Trabajo andan atrasadas, aunque se necesita
estadísticas oportunas para mejores decisiones públicas y privadas). Y
sabemos, que a diferencia de las épocas de Valdelomar, Lima ya no es todo el
Perú, pues el auge es sostenido en muchos otros puntos del país.
Más allá de
supersticiones, 2013 debería ser un año razonable de crecimiento en la economía
y empleo del país. Pero ello no debe dar lugar a la complacencia. Por el
contrario, la relativa abundancia de recursos y la estabilidad económica deben
ser el marco indispensable para profundizar las reformas necesarias en los
campos de infraestructura, educación, laboral, inclusión económica y social, instituciones
y modernización del Estado, para que el Perú evite la trampa de ingresos medios
y se encamine de manera sostenida al desarrollo.
Publicado en El Comercio el 9 de Enero de 2013
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