Grade ha servido de semillero para profesionales que luego han ocupado importantes cargos a nivel nacional e internacional.
Hace unos meses el Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade) cumplió 35 años de vida. En esta edad cronológica, encontramos a Grade con una gran madurez institucional y un grueso volumen de producción de conocimiento e ideas que lo consolida como uno de los mejores ‘think tanks’ del país y la región. Grade tiene un enfoque multidisciplinario y cuenta con economistas, antropólogos, historiadores, sociólogos, pedagogos, psicólogos, entre otros profesionales.
Como su nombre lo indica, Grade nació para realizar análisis para el desarrollo. Sus investigaciones se caracterizan por un alto rigor académico y estándares internacionales, siempre con la mira de conocer mejor la realidad peruana e identificar propuestas de políticas y programas basados en evidencia. Por esta misma razón, Grade también ha servido de semillero para muchos profesionales que luego han ocupado importantes cargos públicos a nivel nacional e internacional.
Como parte de este onomástico, Grade nos entrega un libro con once balances de investigación. Vale la pena leerlo. Javier Escobal señala que uno de los mensajes recurrentes del libro es la necesidad de entender “cómo contextos heterogéneos pueden generar impactos diferenciados de una misma política… [y que] al mismo tiempo, para enfrentar el problema se requieren estrategias intersectoriales articuladas”.
En educación, se revisa el impacto del contexto, la composición escolar y el nivel socioeconómico en el rendimiento de los estudiantes, se analizan las grandes brechas de equidad todavía existentes, y se discuten avances en la atención y educación de la primera infancia, además de los retos de la carrera docente en el Perú. En programas sociales, se hace un balance del impacto de una década de Juntos, así como de otros programas alimentarios y nutricionales, y hay reflexiones sobre la magnitud y consecuencias de la violencia infantil. En medio ambiente y recursos naturales, se examinan los cambios institucionales y comunales a partir del auge de la minería, y lo mismo se hace con las adaptaciones en ecosistemas de montaña al cambio climático. Finalmente, se evalúan los aportes de la economía del comportamiento a diversos aspectos en los que nos gustaría impactar para acelerar nuestro desarrollo.
Quisiera finalizar esta columna solidarizándome con todos los peruanos afectados por este terrible e inesperado episodio de El Niño costero. Lo más positivo de la experiencia han sido los múltiples gestos de apoyo a las víctimas de parte de miles de ciudadanos, organizaciones y empresas, y la actuación destacada del Gobierno y las Fuerzas Armadas en la atención de la emergencia de manera simultánea en muchos puntos del país.
Lo más negativo del evento fue la comprobación de que la magnitud del desastre pudo haberse reducido significativamente de haberse evitado el uso y el abuso de los traficantes de terrenos.
Nos jugamos en esta reconstrucción la tarea de reorganizar adecuadamente el uso del territorio y planificar el crecimiento sostenible de las ciudades, con áreas efectivamente intangibles y sistemas de construcción y drenajes adecuados para que el próximo Niño, terremoto o tsunami nos agarre mejor preparados.
Publicado en El Comercio el 16 de abril de 2017
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lunes, 24 de abril de 2017
lunes, 28 de noviembre de 2016
No se trata solo de habilidades cognitivas
Nos tocó
comentar el último Reporte CAF “Más habilidades para el trabajo y la vida”,
presentado en la Universidad del Pacífico. El volumen discute de manera
comprensiva los aportes de la familia, la escuela, el entorno y el mundo
laboral a la formación de estas habilidades.
Para lograr
una adecuada inserción al trabajo y una vida plena, ya no basta acumular un
nivel suficiente de habilidades cognitivas durante el proceso educativo. El consenso
académico indica que igualmente importante es desarrollar un conjunto de
habilidades socioemocionales –llamadas también competencias blandas–, que
tienen que ver con aspectos como la perseverancia, la determinación, el autocontrol,
la necesidad de logro, la apertura a nuevas experiencias, la extraversión y la empatía,
entre otros.
Con Juan
Francisco Castro, Pablo Lavado y un equipo del CIUP hemos medido el impacto de
algunos de estos rasgos en la población adulta peruana, gracias a una encuesta pionera
del Banco Mundial. Así, un bajo nivel de habilidades socio-emocionales influye
negativamente tanto en la decisión de continuar con la educación superior como en
las condiciones laborales y posibilidades de éxito en el primer empleo post-universitario.
Sin embargo,
¿cómo compararnos con otros países si no existen pruebas internacionales en
estas áreas? CAF utiliza la metodología Borghans-Schils y PISA (pruebas
estandarizadas de lectura, matemática y ciencias) para captar también déficits relativos
en habilidades socio-emocionales, a través del porcentaje de alumnos cuyo
rendimiento decae durante la prueba (la dificultad de las preguntas está distribuida
aleatoriamente).
En países
líderes, como Finlandia y Singapur, los porcentajes de estudiantes que
responden correctamente las preguntas disminuye en cuatro a cinco puntos entre
la primera y última (de 88% a 84% en el primer caso, y de 83% a 78% en el último).
En cambio, en el Perú la pendiente negativa es cinco veces mayor: va desde 54%
de aciertos en la primera pregunta a solo 29% en la última. En proporción,
somos con Colombia los países latinoamericanos con mayor tasa de decaimiento en
este novedoso indicador, lo que denota falta de persistencia y motivación.
Hugo Ñopo
coincidió en destacar estos déficits en áreas socioemocionales como una
restricción para nuestro desarrollo. Comparó estos resultados con nuestro
desempeño en otras facetas como el fútbol. Somos el seleccionado sudamericano
que menos sostiene un marcador favorable en los últimos diez minutos del primer
o segundo tiempo de un partido (¡esperamos que el histórico 4-1 ante Paraguay
de esta semana, luego de 12 años de no ganar de visita y remontando un marcador
adverso, sea el inicio de un cambio de tendencia sostenido!).
¿Cómo hacer
frente a estos déficits acumulados desde la primera infancia y perpetuados en
la adultez? No hay todavía recetas mágicas desde el sistema educativo, pero un
enfoque transversal que incluya la buena crianza, el deporte, el arte y la tutoría
permanente parece imprescindible (la presencia de tres ministros en el evento
demuestra la importancia del tema).
La noticia alentadora
es que economistas y psicólogos expertos mundiales, como Heckman y Duckworth, señalan
enfáticamente que sí se puede invertir en mejorar estas competencias desde
temprano y que su retorno privado y social está por demás asegurado.
Publicado en El Comercio el día 13 de noviembre de 2016
Etiquetas:
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Habilidades socioemocionales,
Heckman,
PISA
lunes, 29 de agosto de 2016
50 años con Fe y Alegría
Este año “Fe y
Alegría” cumple medio siglo de actividades en el Perú, con el bien ganado
reconocimiento de llevar educación de calidad a las zonas más pobres del país. “Allá
donde termina el asfalto” como decía su fundador. Llega a 20 regiones, administrando 67 colegios, 6 redes rurales
(que involucran 161 escuelas), 7 institutos superiores tecnológicos y 21 centros
de educación técnico-productiva.
En
esta misma columna comentábamos en julio 2012 cómo, en medio de muchas carencias
en las afueras de Lima Metropolitana, el Colegio Fe y Alegría (CFA) 58 de Cerro
Camote, obtenía los más altos puntajes en comprensión lectora y matemáticas entre
todas las escuelas públicas del país.
La visita
realizada a dicho plantel nos mostró varios elementos esenciales para el éxito
de los CFA: el liderazgo de la directora, la cuidadosa selección de un extraordinario
conjunto de maestros públicos, el acompañamiento pedagógico a éstos de acuerdo
con sus necesidades, un clima institucional acogedor, y el rol activo de los padres
de familia.
A nivel
nacional, las evaluaciones de estudiantes de segundo de primaria indican año
tras año que los estudiantes de CFA logran alrededor de veinticinco puntos
porcentuales más de rendimiento comparado al promedio del país.
Sin
embargo, una pregunta metodológica válida es si estos mejores resultados son más
que nada producto de diferencias innatas en los estudiantes, su ambiente
familiar y otros factores no observables. En otras palabras, no resulta
sencillo aislar el impacto propiamente de la mística y buenas prácticas de Fe y
Alegría.
Gracias a
una conversación con el recordado Jesús Herrero en el Consejo Nacional de
Educación, Santiago Cueto y yo nos enteramos de un mecanismo realizado en
algunos CFA ante el exceso de demanda por vacantes. Algunas directoras habían
optado por inscribir a todas las familias interesadas y, luego después, asignar
las vacantes en sorteo público.
Este
procedimiento, por lo demás justo y transparente, fue una oportunidad
inmejorable para la investigación, al establecer de manera aleatoria dos grupos
equivalentes de comparación. Debíamos ubicar los resultados en las pruebas de
aquellos niños que no fueron favorecidos en el sorteo y que, por tanto,
tuvieron que inscribirse en otros colegios, y compararlos con aquellos de estudiantes
de CFA. Era lo más cercano a un experimento natural.
Pablo
Lavado y Micaela Wensjoe compartieron la tarea de llevar a cabo este estudio y dirigir
el acopio de los datos relevantes que, por fortuna, pudimos ubicar para el caso
del CFA 26 de San Juan de Lurigancho. Nuestras estimaciones, publicadas en el Repositorio de la Universidad del Pacífico,
y estudios análogos para otros CFA, sugieren que la administración de CFA genera
una ganancia sustancial en términos de aprendizajes medibles, amén de la gran
formación espiritual, humanística y en valores que imparten.
A partir
de esta evaluación de impacto del caso del CFA 26 es posible inferir que cerca
de la mitad del mejor rendimiento de los estudiantes de Fe y Alegría es efectivamente
atribuible a las buenas prácticas docentes y gestión de dichos colegios.
Publicado en El Comercio el día 21 de agosto de 2016
Etiquetas:
Calidad de la Educación,
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Educación,
Educación Básica,
Educación Superior,
Evaluaciones de Impacto,
Financiamiento de la Educación,
Investigación
miércoles, 8 de abril de 2015
Evaluaciones de Impacto
Hace unas semanas tuvimos a Paul Gertler, experto
mundial en evaluación de impacto, en un taller internacional con énfasis en
proyectos de agua y saneamiento, gracias a una cooperación entre Banco Mundial,
BID, GRADE y Universidad del Pacífico.
La evaluación de impacto es una metodología cada vez
más usada para identificar los efectos causales de programas de desarrollo, aislándolos
de otras variables que hayan podido influir sobre indicadores objetivo. Por
ejemplo, cuando hace casi dos décadas iniciáramos ProJoven, programa que
combina formación técnica de jóvenes pobres en aula con práctica laboral en
empresas, incorporamos la evaluación de impacto como parte esencial de su
diseño.
No bastaba mostrar que los jóvenes beneficiados incrementaban
su empleabilidad e ingresos al finalizar
el programa. Una buena parte o, quizás, todo el efecto positivo podía deberse
al mejoramiento de la economía, maduración de los jóvenes, o su mayor
conocimiento del mercado laboral, entre otras razones.
Para aislar el efecto causal de la intervención, la
evaluación necesitaba en una primera etapa medir la situación antes del
programa (llamada línea de base) tanto de jóvenes que serían beneficiarios, como
de otros jóvenes lo más similares posibles pero que no se beneficiarían del
mismo (conocidos como grupo de control).
La segunda parte fue la valoración final del proceso
(digamos a los 6, 12 y 18 meses de egresados de ProJoven) midiendo nuevamente
la situación laboral de ambos grupos, para así establecer si los cambios
observados en el grupo tratado superaban a los ocurridos en el grupo de
control.
Los reiterados impactos positivos encontrados en Projoven
sería una de las razones de su permanencia en el tiempo. Esta es una ventaja de
las evaluaciones de impacto: puede ayudar a consolidar programas eficaces o a
desmontar aquellos con impactos nulos o insuficientes.
¿Es costosa una evaluación de impacto? En un balance
realizado hasta el 2005, encontramos con Patricia Pérez que podía significar menos
de 1% del presupuesto de un proyecto grande y entre 2 a 4% en un proyecto
piloto. Vale la pena destinar estos recursos para asegurarse que el dinero público
está bien invertido. Salvo que, como indicara el Profesor Gertler, exista
suficiente evidencia internacional acumulada que demuestre que la intervención
es positiva en todas las circunstancias.
En el caso de programas innovadores con escasa
evidencia es importante contar con una unidad de evaluaciones de impacto. Esto
es lo que están realizando crecientemente los sectores Educación, MEF, MIDIS, Salud
y Vivienda, lo cual contribuirá a asegurar que los buenos proyectos se conviertan
en políticas de estado permanentes.
Una observación técnica que se suele hacer a esta
metodología es que no puede salvar enteramente los problemas de construcción de
grupos de control adecuados. La situación ideal es la asignación aleatoria de
beneficiarios del programa pero este esquema puede ser inviable en la práctica.
Publicado en el diario El Comercio el 1 de abril del 2015.
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