Hace unas semanas tuvimos a Paul Gertler, experto
mundial en evaluación de impacto, en un taller internacional con énfasis en
proyectos de agua y saneamiento, gracias a una cooperación entre Banco Mundial,
BID, GRADE y Universidad del Pacífico.
La evaluación de impacto es una metodología cada vez
más usada para identificar los efectos causales de programas de desarrollo, aislándolos
de otras variables que hayan podido influir sobre indicadores objetivo. Por
ejemplo, cuando hace casi dos décadas iniciáramos ProJoven, programa que
combina formación técnica de jóvenes pobres en aula con práctica laboral en
empresas, incorporamos la evaluación de impacto como parte esencial de su
diseño.
No bastaba mostrar que los jóvenes beneficiados incrementaban
su empleabilidad e ingresos al finalizar
el programa. Una buena parte o, quizás, todo el efecto positivo podía deberse
al mejoramiento de la economía, maduración de los jóvenes, o su mayor
conocimiento del mercado laboral, entre otras razones.
Para aislar el efecto causal de la intervención, la
evaluación necesitaba en una primera etapa medir la situación antes del
programa (llamada línea de base) tanto de jóvenes que serían beneficiarios, como
de otros jóvenes lo más similares posibles pero que no se beneficiarían del
mismo (conocidos como grupo de control).
La segunda parte fue la valoración final del proceso
(digamos a los 6, 12 y 18 meses de egresados de ProJoven) midiendo nuevamente
la situación laboral de ambos grupos, para así establecer si los cambios
observados en el grupo tratado superaban a los ocurridos en el grupo de
control.
Los reiterados impactos positivos encontrados en Projoven
sería una de las razones de su permanencia en el tiempo. Esta es una ventaja de
las evaluaciones de impacto: puede ayudar a consolidar programas eficaces o a
desmontar aquellos con impactos nulos o insuficientes.
¿Es costosa una evaluación de impacto? En un balance
realizado hasta el 2005, encontramos con Patricia Pérez que podía significar menos
de 1% del presupuesto de un proyecto grande y entre 2 a 4% en un proyecto
piloto. Vale la pena destinar estos recursos para asegurarse que el dinero público
está bien invertido. Salvo que, como indicara el Profesor Gertler, exista
suficiente evidencia internacional acumulada que demuestre que la intervención
es positiva en todas las circunstancias.
En el caso de programas innovadores con escasa
evidencia es importante contar con una unidad de evaluaciones de impacto. Esto
es lo que están realizando crecientemente los sectores Educación, MEF, MIDIS, Salud
y Vivienda, lo cual contribuirá a asegurar que los buenos proyectos se conviertan
en políticas de estado permanentes.
Una observación técnica que se suele hacer a esta
metodología es que no puede salvar enteramente los problemas de construcción de
grupos de control adecuados. La situación ideal es la asignación aleatoria de
beneficiarios del programa pero este esquema puede ser inviable en la práctica.
Publicado en el diario El Comercio el 1 de abril del 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario