Este año “Fe y
Alegría” cumple medio siglo de actividades en el Perú, con el bien ganado
reconocimiento de llevar educación de calidad a las zonas más pobres del país. “Allá
donde termina el asfalto” como decía su fundador. Llega a 20 regiones, administrando 67 colegios, 6 redes rurales
(que involucran 161 escuelas), 7 institutos superiores tecnológicos y 21 centros
de educación técnico-productiva.
En
esta misma columna comentábamos en julio 2012 cómo, en medio de muchas carencias
en las afueras de Lima Metropolitana, el Colegio Fe y Alegría (CFA) 58 de Cerro
Camote, obtenía los más altos puntajes en comprensión lectora y matemáticas entre
todas las escuelas públicas del país.
La visita
realizada a dicho plantel nos mostró varios elementos esenciales para el éxito
de los CFA: el liderazgo de la directora, la cuidadosa selección de un extraordinario
conjunto de maestros públicos, el acompañamiento pedagógico a éstos de acuerdo
con sus necesidades, un clima institucional acogedor, y el rol activo de los padres
de familia.
A nivel
nacional, las evaluaciones de estudiantes de segundo de primaria indican año
tras año que los estudiantes de CFA logran alrededor de veinticinco puntos
porcentuales más de rendimiento comparado al promedio del país.
Sin
embargo, una pregunta metodológica válida es si estos mejores resultados son más
que nada producto de diferencias innatas en los estudiantes, su ambiente
familiar y otros factores no observables. En otras palabras, no resulta
sencillo aislar el impacto propiamente de la mística y buenas prácticas de Fe y
Alegría.
Gracias a
una conversación con el recordado Jesús Herrero en el Consejo Nacional de
Educación, Santiago Cueto y yo nos enteramos de un mecanismo realizado en
algunos CFA ante el exceso de demanda por vacantes. Algunas directoras habían
optado por inscribir a todas las familias interesadas y, luego después, asignar
las vacantes en sorteo público.
Este
procedimiento, por lo demás justo y transparente, fue una oportunidad
inmejorable para la investigación, al establecer de manera aleatoria dos grupos
equivalentes de comparación. Debíamos ubicar los resultados en las pruebas de
aquellos niños que no fueron favorecidos en el sorteo y que, por tanto,
tuvieron que inscribirse en otros colegios, y compararlos con aquellos de estudiantes
de CFA. Era lo más cercano a un experimento natural.
Pablo
Lavado y Micaela Wensjoe compartieron la tarea de llevar a cabo este estudio y dirigir
el acopio de los datos relevantes que, por fortuna, pudimos ubicar para el caso
del CFA 26 de San Juan de Lurigancho. Nuestras estimaciones, publicadas en el Repositorio de la Universidad del Pacífico,
y estudios análogos para otros CFA, sugieren que la administración de CFA genera
una ganancia sustancial en términos de aprendizajes medibles, amén de la gran
formación espiritual, humanística y en valores que imparten.
A partir
de esta evaluación de impacto del caso del CFA 26 es posible inferir que cerca
de la mitad del mejor rendimiento de los estudiantes de Fe y Alegría es efectivamente
atribuible a las buenas prácticas docentes y gestión de dichos colegios.
Publicado en El Comercio el día 21 de agosto de 2016
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