lunes, 29 de agosto de 2016

Historias desde Canadá

Compartimos con Canadá casi la misma bandera, abundancia de recursos naturales, gran diversidad cultural y hasta similar tamaño de población. Hay mucho que aprender de un país entre los diez más desarrollados y con mejor calidad de vida del planeta. Otras razones prácticas para conocerlo son de orden comercial -cuarto destino más importante de nuestras exportaciones, e inversión -octavo país en inversión extranjera directa en Perú.

Canadá prueba que la riqueza de recursos naturales, adecuadamente explotados, sí puede llevar a un alto nivel de desarrollo, ampliamente compartido. Los sectores agrícola, forestal, petrolero y minero representan 60% de las exportaciones canadienses. Y se ha desarrollado una gran industria asociada a recursos naturales, como la de celulosa y papel. Toda esta riqueza generada se ha invertido en potenciar sus recursos humanos e infraestructura. La calidad del capital humano resulta evidente, ubicándose entre los 12 mejores países en la prueba PISA y en respeto y práctica de valores ciudadanos.

Estuvimos en la Conferencia Económica Canadiense en Ottawa, presentando la investigación con Pablo Lavado sobre el potencial impacto negativo en el empleo formal de legislaciones laborales más restrictivas. Es una bella ciudad a mitad de camino entre Washington y Londres en un doble sentido. Comparte con la primera la fisonomía de una capital de mediano tamaño, que aloja la burocracia nacional en imponentes edificios públicos, pero, como la segunda, concentra sedes de hermoso estilo neogótico, tales como el majestuoso Parlamento y su biblioteca.

Ottawa también equidista de esas dos capitales por consideraciones geopolíticas, situándose al lado de la potencia estadounidense y manteniéndose activa en la mancomunidad británica de naciones. De hecho, esta ciudad fue escogida por la Reina Victoria en un punto medio entre la Toronto más anglófona y la Montreal más francófila.

Canadá ha sido cuna de varios Premios Nóbel en diversos campos, como la escritora Alice Munro, y sus preciosos relatos de vidas cotidianas en pueblos y granjas canadienses, y los economistas Willian Vickrey (con quien compartimos oficina en Columbia), precursor de sistemas de tarifas de transporte e impuestos en varias ciudades, y Robert Mundell, padre de la macroeconomía internacional moderna.

En la coyuntura actual, encontré una economía afectada por la caída de precios de sus exportaciones, pero con algo más de optimismo en la política. Un popular Primer Ministro Justin Trudeau trata de reconectarla con sus ciudadanos, en especial los más jóvenes, pero enfrenta retos estructurales como una población que envejece rápidamente y una burocracia, que parece ejemplar para nuestros estándares, portadora de regulaciones excesivas.

Finalmente, existe cierta desazón por no estar más presentes en la ola actual de innovaciones disruptivas a nivel mundial. Si bien Canadá ha sido cuna de inventos emblemáticos en el pasado como la insulina, walkie-talkies, y IMAX, su última reconocible gran innovación fue el teléfono inteligente Blackberry que ha tenido un ciclo de vida bastante corto. Al parecer, ningún país por más desarrollado que sea tiene asegurado su nivel de competitividad internacional en estos tiempos de cambios rápidos y disruptivos.

Publicado en El Comercio el día 24 de julio de 2016

  

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