Gracias a la cooperación
oficial alemana, pude pasar unos días en la tierra teutona y aprender mucho
sobre su economía y sociedad actual. Definitivamente, la coyuntura económica
alemana no es de crisis, sino de prácticamente pleno empleo (su tasa de desempleo
nacional es de 5 por ciento y ciudades como Trier o Frigurgo tienen menos de 3
por ciento de desempleo).
Se trata de una
sociedad donde el transporte público funciona a la perfección, pero donde
resulta un buen gustito tomarse un taxi (¡todos los taxis son autos Mercedes Benz
del año!). Caminamos durante un viernes por la tarde en un centro comercial regional
de ropas de marca, como Versace y Armani, y las clásicas alemanas Adidas y Puma.
Estaba bastante lleno de despreocupados alemanes dispuestos a comprar de todo y
a todo precio.
La innovación alemana está
por todas partes. Visitamos un centro líder mundial en micro y nano materiales,
dentro de una universidad regional, que
hace investigaciones conjuntas con Bosch y Siemens, financiados de manera competitiva
por el sector público alemán a nivel federal y estatal. En la vida diaria, podemos
citar otro ejemplo: los baños públicos tienen excusados ¡con tapas que giran
automáticamente 180 grados para ser absolutamente desinfectados en cada uso!
Pero hay noticias que
no son tan buenas. Hace ocho años que la población alemana está disminuyendo,
lo cual impone un límite severo a su crecimiento económico de largo plazo,
tanto por razones de fuerza laboral como de mercado interno de consumo. Por
ejemplo, en las calles y parques de las ciudades alemanas se ven más parejas
con mascotas que con niños. De hecho, no es casualidad que los centros
comerciales carezcan de tiendas de juguetes.
Asimismo, a pesar de
ser la cuarta economía del mundo y primera de Europa, solo tiene cuatro universidades
entre las cien primeras del mundo en los rankings internacionales. Se supone
que tratándose de la única potencia desarrollada que no tiene una crisis
presupuestal, debería poder invertir más recursos en lograr un mayor liderazgo
en investigación de talla mundial.
Por otro lado, hay
presión social y necesidad de que una mayor proporción de habitantes acceda y
culmine la educación universitaria. Esto implica acceso no solo a las grandes y
reconocidas universidades de investigación, sino a otros modelos de
universidades de ciencias más aplicadas. El debate actual es si es que estos
títulos pueden ser comparables a los tradicionales de mayor contenido académico
y si pueden conducir a maestrías y doctorados.
Por último, un dato
sorprendente que puede tener un origen histórico valioso para el desarrollo
industrial de Alemania, pero que podría revisarse ahora, es la decisiva decisión
sobre el futuro laboral de los niños recién acabada la educación primaria. Dependiendo
de las aptitudes y desempeño mostrados por los niños en la primaria, se les
destina a una educación secundaria y superior académica, o a una formación
vocacional orientada al trabajo técnico. Parecería muy restrictivo bloquear el
potencial acceso a la universidad u a otro tipo de institución superior a
chicos desde tan temprana etapa de sus vidas. Sabemos que muchos jóvenes (y hasta
adultos) talentosos recién descubren su verdadera vocación profesional bastante
tarde en sus vidas, por lo que no tiene sentido que el sistema lo haya definido
todo antes de iniciada la adolescencia.
Publicado en El Comercio el 5 de Noviembre del 2013
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