Hace
cinco años en esta misma columna urgía a que “evitemos una generación copiar y
pegar” a propósito de los riesgos y oportunidades que brindan las nuevas
tecnologías de la información en el ámbito académico. Entre las ventajas que
ofrece el mundo de hoy indicaba que (y cito textualmente entre comillas, como
debe hacerse): “los jóvenes tienen todo el conocimiento de la humanidad al
alcance de un click, pues Google y otros buscadores superan a la
mejor biblioteca física del mundo, almacenando y buscando el conocimiento
acumulado al instante” (El Comercio, 29/6/2011, página B4).
Entre
las amenazas presentes decía que “quizás el síndrome más emblemático de la
actual generación es esa propensión casi instintiva a copiar y pegar el primer
texto que aparece en el buscador, sin preguntarse si es verdadero, falso o
incierto ni RESPETAR la autoría intelectual del mismo. Muchos jóvenes sobreentienden,
o malentienden, que todo texto disponible en el Internet es de propiedad
pública y que puede copiarse sin reconocer que cometen una grave falta ética al
apropiarse de un producto ajeno. Tenemos que evitar este mal desde la formación
y educación temprana. Necesitamos individuos juiciosos y reflexivos que utilicen,
ética y creativamente, las grandes herramientas a su alcance”.
Las
instituciones educativas tienen que formar a los estudiantes en esta cultura de
la ética, reflexión y trabajo original de producción del conocimiento. Muchas
de ellas hacen firmar un compromiso de honor al alumno desde su ingreso a que
no realizará actos de plagio o apropiación de producción intelectual, sin
respetar la autoría de otros y citarlos apropiadamente. Las sanciones, apenas
detectada la falta, van desde amonestaciones y calificación cero en la prueba o
asignatura, hasta la inhabilitación para obtener grados, suspensión y expulsión
de las aulas universitarias.
Precisamente, hace sólo
cuatro meses en este mismo medio desarrollábamos el “método PHD” como guía para
una elección adecuada de la carrera universitaria teniendo en cuenta la pasión
que se sienta por la profesión futura, las habilidades que se exhiban y las
demandas del mercado laboral. En ese contexto, se explicaba que Ph.D. es la abreviatura original
del término latín “Philosophiae Doctor” que significa Doctor en Filosofía. Es
el más alto grado académico otorgado en ciencias exactas, sociales y
humanidades en muchas de las mejores universidades de investigación del mundo.
Y cito textualmente que “para obtener un Ph.D. se
necesita, además de contar con los grados previos de bachillerato y maestría,
demostrar un sobresaliente nivel y profundidad de conocimiento en la
disciplina, y desarrollar y defender una tesis doctoral de investigación ORIGINAL
que contribuya a expandir el stock de conocimiento en la materia” (El Comercio,
16/9/2015, página B9).
Artículo publicado en el Diario El Comercio el 3 de febrero de 2016.
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