La Organización
para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), es una prestigiosa institución
conformada por 34 países, la mayoría de ellos con los índices de desarrollo más
altos del planeta. Es una aspiración peruana ampliamente compartida lograr la
admisión formal a este foro, de ser posible con la celebración del bicentenario
de nuestra independencia.
La OCDE
analiza y comparte las mejores prácticas en políticas públicas entre sus países
miembros, lo cual favorece una mejora continua en las mismas. Una de sus
primeras actividades de cooperación con el Perú es el “Programa País” que se centra en cinco temas vitales: crecimiento
económico, gobernanza pública, transparencia y lucha contra la corrupción, medio
ambiente, capital humano y productividad.
En este marco,
OCDE presentó recientemente su “Estrategia de competencias aplicada al Perú” y su
estudio “Competencias más allá de la escuela en Perú” en un evento conjunto con
los Ministerios de Trabajo y Educación. Como el lector habrá notado, OCDE
utiliza el término “competencias” como traducción del inglés “skills”, que aquí
suele asociarse con mayor frecuencia a la palabra “habilidades”.
OCDE identifica
9 desafíos para nuestro país que van desde mejorar competencias básicas a nivel
de educación inicial, primaria y secundaria (la prueba PISA es uno de los
desarrollos más influyentes de este foro), acceso a una educación superior de
calidad, legislación para facilitar el empleo formal, capacitación laboral
continua, hasta proveer de mayor información para empatar la oferta y la
demanda de competencias.
Todos estos retos
sonaran familiares al lector frecuente de esta columna, pues han sido
identificados y discutidos aquí en varias oportunidades. No obstante, su expresión
de manera clara y contundente por un evaluador externo de la talla de la OCDE
ayuda a reconocer vacíos y brechas pendientes. Por ejemplo, este foro nos
recuerda que el costo relativo de la formalización laboral para los segmentos
más pobres del país es varias veces más alto que para las clases medias y altas.
Este hecho aunado a sus bajos niveles de productividad generan barreras
infranqueables para la formalidad.
Asimismo, los
documentos enfatizan la necesidad de revalorizar la educación técnica desde la
secundaria hasta el nivel superior y alinearla mejor con las necesidades de
nuestro aparato productivo. Esta presentación de OCDE, junto con el documento
CAF sobre habilidades reseñado en una columna anterior, y la reciente discusión
en la UP sobre la brecha persistente entre la educación superior y el empleo, contribuyen
a generar un momento propicio para apuntalar la educación tecnológica en el
Perú.
La coyuntura
no podía ser más adecuada: se acaba de promulgar la Ley 30512 que realiza toda
una reforma en el funcionamiento de los institutos y escuelas de educación
superior tan necesaria para el país. Entre sus varios aportes elimina el sesgo
anterior que establecía a las carreras técnicas como “inferiores” a las
universitarias, alejando de ellas a muchos jóvenes talentosos. No hay tiempo
que perder para redactar un reglamento expeditivo de esta ley, a fin de cerrar
la brecha entre formación y empleo más aceleradamente. ¡Bienvenida a continuar
con las reformas Ministra Martens y muchos éxitos en su gestión!
Publicado en El Comercio el día 7 de enero del 2017
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