Mark
Zuckerberg es la única persona debajo de 35 años ubicada entre los 10 hombres
más ricos del planeta, con una fortuna estimada en 45 mil millones de dólares
(Forbes, 2016). Todo esto gracias a la omnipresencia en el mundo actual de Facebook,
una red social que tiene solo 13 años de edad, y que permite compartir
información gratuita e instantáneamente entre amigos y seguidores a nivel
universal. Zuckeberg tiene una personalidad carismática y ejerce una reconocida
labor filantrópica para atender muchos problemas que todavía aquejan al mundo.
Sin embargo, este artículo se enfoca en su icónica herramienta de socialización
de la información.
Facebook tiene
más de 1,800 millones de usuarios activos mensuales en el mundo (17 millones de
peruanos) y más de 1,200 millones se conectan diariamente a su red (mucho más
que Whatsapp, Twitter e Instagram juntos). Estos usuarios comparten 5 mil
millones de piezas de contenido diariamente y generan asimismo cerca de 5 mil
millones de “likes” en un día, por lo que toda clase de compañías y
organizaciones en el mundo están extremadamente interesadas en lograr
visibilidad en dicha red social.
Bien utilizado,
Facebook es una herramienta poderosa para seguir aprendiendo y actualizándose cada
día. A mí, en particular, me llegan las columnas, videos y audios de TED, The
Economist, WEF, Business Insider, NPR y otras fuentes, principalmente a través
del Facebook. Asimismo, entre amigos, colegas, alumnos y egresados compartimos artículos
y reflexiones sobre diversos temas académicos y no académicos. Resulta
asombroso como podemos experimentar (con cierta sana envidia) lo que amigos en
otras partes del planeta gozan y publican en tiempo real. Y no cabe duda que
muchos “memes” son sabios o hilarantes por lo que se vuelven virales en minutos.
El año pasado
ha sido muy aleccionador al respecto. Más de la mitad de los electores
británicos y estadounidenses se informaron de las campañas electorales y la
evolución de sus resultados exclusivamente por Facebook, sin necesidad de
recurrir a los tradicionales canales de televisión o los medios impresos.
Pero no todo
es color de rosa en estos tiempos de hiper-acceso a la información. El
Diccionario Oxford designó como la palabra del año 2016 a “post-truth” (posverdad)
un neologismo que denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen
menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción
y a la creencia personal”.
En la era
posverdad, una noticia o afirmación puede viralizarse en pocos minutos,
apelando más rápidamente a la emoción que a verificación de fuentes confiables,
e influir en eventos trascendentales (como elecciones y plebiscitos por
ejemplo). Un desmentido posterior o una reflexión mayor pueden llegar muy
tarde.
El mes pasado,
un joven estadounidense confirmó haber ganado decenas de miles de dólares en
publicidad, luego de que las noticias que creara sobre votos fraudulentos
lograran más de 6 millones de vistas en su página de Facebook.
¿Estamos
condenados a vivir con esta explosión de buena y mala información al mismo
tiempo? ¿A que pase por nuestros ojos tanto verdades como mentiras
simultáneamente? ¿Cómo evitar este aspecto indeseable del asunto?
Facebook ha
sido blanco de críticas ante la proliferación de la posverdad. Se ha defendido
argumentando que menos de 1% de los contenidos difundidos por su red social probaron
ser falsos. Ahora mismo está en una campaña de desarrollo de más procesos de
verificación y advertencias cuando se difunden contenidos que no han sido
verificados.
Como toda
tecnología disruptiva en la historia, las redes sociales brindan grandes beneficios
que hay que explorar al máximo y algunos riesgos que hay que minimizar.
Mientras tanto, amable lector, verifique dos veces las fuentes de la próxima
noticia exagerada que pase por sus ojos.
Publicado en El Comercio el día 30 de enero de 2017
Dr. Yamada interesante blog. Es cierto, hay un acceso demasiado abierto en las redes sociales para que cualquiera que sabe usarlas, publique incluso difamaciones las que lamentablemente, quedan en la memoria de la colectividad asidua; pero tampoco se puede negar, que es una herramienta que sirve a quienes como yo no tiene tutela efectiva de sus derechos como el de estudiar una carrera sin ser presa de constantes arbitrariedades por parte de la autoridad universitaria; arbitrariedades, que de no contar con documentos fehacientes, nadie las creería. Ojalá tuviera un enlace para adjuntarlos. Porque creo firmemente, que cuando no se puede acceder a la justicia legal, es justo contar con la justicia moral, comunicando a través de un medio masivo como es el Facebook, lo que nos vulnera. Atte. Aida Cáceres
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