Casi todas las semanas encontramos en la prensa especializada artículos bastante pesimistas sobre el futuro del empleo en el mundo. La mayoría de ellos predicen que, al ritmo que está avanzando la robótica e inteligencia artificial, casi todos los trabajadores manuales e intelectuales nos veríamos eventualmente reemplazados por máquinas y dispositivos más eficientes que los humanos (más productivos y con menos márgenes de error) y, en consecuencia, muchos de nuestros empleos actuales se perderán para siempre.
Así, un estudio del Foro Económico Mundial asegura que para el 2020 las máquinas desplazarán a más de 5 millones de personas de sus empleos. Otro reporte de McKinsey postula que los avances tecnológicos actuales amenazan con automatizar por completo más del 40 por ciento de las actividades remuneradas actuales en un futuro no muy lejano.
Y en los últimos días se ha viralizado un video que muestra la construcción de una casa completa de concreto de 38 metros cuadrados en Rusia, impresa totalmente con tecnología 3-D. Solo tomó 24 horas, ¡y a un costo imbatible de 10,000 dólares! Felizmente, hacia el final del video se observa mano de obra humana en acción, que todavía tiene a su cargo los acabados, pero todas las estructuras son construidas básicamente por un solo robot.
¿Estamos condenados a la redundancia casi definitiva de la mano de obra humana en el mundo? No necesariamente. Esta cuarta revolución industrial fue antecedida por otras tres grandes revoluciones industriales que, en su momento, también provocaron miedos y visiones apocalípticas de reemplazos de trabajadores por máquinas. El caso histórico más famoso fue el de los artesanos luditas que destruían equipos textiles para impedir su utilización durante la primera revolución industrial en Inglaterra.
No obstante, doscientos años después tenemos una situación de casi pleno empleo en muchos países del mundo y no se verifica que el progreso tecnológico haya provocado un rampante desempleo estructural a nivel mundial. Más bien, los saltos en la productividad que ha generado posibilitaron inmensos aumentos en el bienestar de la población mundial, que ha ido empleándose en nuevas y más variadas actividades de la economía y demandas de la sociedad (se pasó de la agricultura a la industria y de ésta a los servicios). De hecho, con menor esfuerzo y fatiga física y mental.
El futuro no tendría que ser diferente. Muy probablemente la humanidad encontrará nuevas formas de emplear su tiempo creativa y productivamente, dejando para los dispositivos automáticos todas las otras actividades rutinarias que ya no estaremos necesitados de hacer. Por supuesto que, si bien a nivel macro las cosas pueden encontrar su propio equilibrio dinámico, en el ámbito individual y sectorial habrá posiciones e industrias que sufrirán más de esta ola automatizadora que otras.
¿Qué actitud tomar frente a ella para que no nos agarre desprotegidos? Desde la formación educativa temprana, y durante toda nuestra vida laboral y productiva, debemos seguir aprendiendo y actualizándonos permanentemente, enfocándonos en labores poco reemplazables por los robots, como el pensamiento creativo, multidisciplinario, crítico y siempre disruptivo.
No necesitamos asustarnos tanto por una visión derrotista en esta carrera contra las máquinas. Sin embargo, sí es recomendable una actitud muy proactiva para estar siempre un par de pasos delante de ellas.
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