El acelerado e incesante progreso
tecnológico en las comunicaciones y manejo de la información está cambiando la
tradicional distribución de nuestros días entre el tiempo dedicado al trabajo y
aquel destinado a la vida personal. Cada vez resulta más borrosa la línea
divisoria entre el “horario de trabajo” y el “resto del día”.
En este sentido, empresas, colaboradores
y la legislación laboral tienen que adaptarse flexible y creativamente a esta
realidad que hace tiempo llegó para quedarse. Para las empresas va a resultar
cada vez menos efectivo, y hasta contraproducente, prohibir a sus colaboradores
conectarse a las redes durante las horas formales de oficina. Por el contrario,
la conectividad permanente bien utilizada podría ayudarlos a ser más creativos
(por lo menos en puestos profesionales y técnicos que demandan constante
innovación), a aprovechar las redes de contactos en forma oportuna, y a
contribuir a la competitividad y productividad de la empresa.
En Melbourne, Australia, se
constató que la conexión a redes sociales ayudaba a incrementar la
productividad laboral en 9%. En cinco países europeos, 46% de los encuestados
consideró que las redes les potenciaba la creatividad. Por supuesto que cada
empresa localizada en el Perú deberá definir su situación óptima particular, en
función de la naturaleza de su negocio, sector específico que atiende y tipo de
ocupación de cada empleado o grupo de empleados.
Como contrapartida, el colaborador
deberá terminar satisfactoriamente las tareas encomendadas y cumplir con las
metas acordadas, donde sea y cuando sea, siempre que respete a cabalidad los
plazos. El contrato laboral futuro más eficaz para ambas partes sería aquel que
establezca responsabilidades claras por tareas y metas específicas. Estaremos
ante una nueva definición de trabajadores, 24x7, y una nueva materialización
del tiempo de ocio, que salpicará la vida misma en todo momento, y que deberá promover
siempre la productividad individual y corporativa.
Sin embargo, como todo exceso en
la vida puede ser malo, enumero algunas ideas sencillas y reglas prácticas que
podrían considerarse:
1) Los grupos de trabajo tendrán
que acordar “apagones de conectividad” durante sus reuniones, para enfocarse en
lograr resultados tangibles luego de 45 minutos de atención y aporte de todos
sus concurrentes (además de eliminar la descortés práctica de leer e-mails en
plena reunión de trabajo, en la que tarde o temprano todos caemos).
2) El individuo deberá establecerse
horas de “apagón individual” para concentrarse en tareas importantes, prioritarias
o urgentes (el excesivo multitasking ciertamente afecta la salud y la
productividad de largo plazo).
3) La persona tendrá que fijarse
como política detener la lectura de redes sociales y respuestas a e-mails por
lo menos una hora antes de dormir (se ha demostrado mayores dificultades para lograr
un sueño profundo y reparador en individuos que se acuestan conectados con las
tablets y smartphones encendidos).
Se
trata de manejar apropiadamente el natural estrés que está provocando la “sobrecarga
informativa” y exceso de “estímulos informativos”. Al final de cuentas, el
bienestar mental, tanto como el físico, serán más importantes que nunca para
mantenerse sanos y productivos en esta era de la información ilimitada.
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