Ya las exportaciones peruanas,
textiles y agropecuarias entre otras, están acusando el golpe de la crisis
española. A continuación algunas impresiones de observar dicha crisis “en vivo
y en directo” recientemente en Madrid y Santiago de Compostela. El dato más
llamativo es la “fatídica doble P”: Paro y Prima. La tasa de paro español (desempleo
abierto) bate récords de 24% en total y 52% para los jóvenes, como consecuencia
de dos graves recesiones en menos de tres
años. Hay largas colas en las oficinas públicas de empleo pugnando por escasas
vacantes. Sin embargo, noto contrastes: muchos españoles no están dispuestos a aceptar
cualquier empleo (ni renunciar a la siesta) aún en tiempos de crisis. No encuentro
botones en hoteles de cuatro estrellas y me es difícil conseguir taxi y
establecimientos abiertos entre 2 y 4 de la tarde.
La prima de riesgo (o “riesgo
país”) llega a máximos históricos superiores a 500 puntos básicos (la peruana
está en menos de 200). Los bonos españoles tienen que pagar 5% más que los
bonos alemanes (el activo libre de riesgo comparable) para obtener demanda. Reditúan
cerca de 7% anual, tasa considerada por los mercados como señal de
insostenibilidad (así pasó previamente con Grecia, Irlanda y Portugal).
¿Cómo llega España a esta
situación? Encuentro consenso entre los españoles sobre los excesos cometidos en
los últimos años. El crédito fácil de cajas de ahorro regionales y otras
financieras a personas sin ingresos ni empleo estables, para adquirir viviendas
a precios astronómicos, ha sido un claro ejemplo de exuberancia que tenía que
acabar. El precio de las casas va cayendo ya más de un tercio con el final de
la “burbuja inmobiliaria”. Los excesos en el sector público (déficit fiscal de
más de 8% del PBI, obras públicas de dudosa rentabilidad social) y la clase política
también son conocidos: medio millón de políticos remunerados (el doble de
Alemania con la mitad de población).
¿Va a regresar España al mundo
sub-desarrollado? No lo creo. España ha logrado un ingreso per cápita de 33 mil
dólares anuales, casi seis veces más que el nuestro (y tres veces más en
paridad de poder de compra). Este desarrollo alcanzado (que se manifiesta, por
ejemplo, en una infraestructura física envidiable) no es cosa del pasado
reciente. En la década del 50, el ingreso promedio español no difería mucho del
peruano (era sólo 25% mayor). En décadas posteriores se amplió la brecha,
destacando nítidamente el período 1960-1974 en el que España creció a 7.5% promedio
anual per capita, siendo superado mundialmente sólo por Japón.
España ha cruzado el umbral del
desarrollo hace buen rato, pero le va a costar mucho dolor y varios años más salir
adelante de esta crisis. Recién se están tomando medidas que debieron suceder
hace tres años, como la reestructuración bancaria, y aún faltan más reformas en
el campo fiscal y laboral. Además, la salida ordenada de este embrollo depende
no solo de decisiones en Madrid, sino en Bruselas, y críticamente en Berlín y
Frankfurt.
Esta
crisis europea demuestra que no basta con la integración monetaria para que
sobreviva una moneda común. Se necesita también la integración bancaria y,
sobretodo, fiscal. Es decir, que cada estado europeo renuncie a una parte
importante de su poder y soberanía en aras de un futuro
común sostenible y en paz.
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