A propósito del Día del Trabajo
celebrado ayer, cabe preguntarse por la relación entre el crecimiento económico
actual y el aparente estancamiento del empleo en estadísticas recientes. La
semana pasada, el Ministro de Economía confirmaba que la economía había crecido
6.2% en el primer trimestre del año, una de las cifras comparativas más altas
en este incierto panorama internacional. Sin embargo, el INEI indicaba que el
empleo total en Lima Metropolitana se había expandido solo 0.7% en el mismo
período de tiempo, en relación a similar trimestre del año anterior.
Con justa razón, muchos peruanos
desconfían de las confusas cifras de empleo que a veces parecen demasiado
optimistas (como cuando mostraban crecimientos del empleo en medio de tiempos
recesivos) y otras, como en la coyuntura actual, un tanto pesimistas porque el
empleo no aumentaría a pesar de que la economía peruana marcha como muy pocas
en el mundo.
Sucede que el crecimiento del
empleo total en una economía depende tanto de la mayor demanda de trabajadores,
por parte de las empresas en auge, como del comportamiento de la oferta
laboral, por parte de la población. El estancamiento registrado se debería
principalmente a razones de oferta. Son principalmente los jóvenes que han
reducido su tasa de participación e incrementado su inactividad laboral. En
este sentido, resulta crítico determinar si estos jóvenes siguen estudiando
pues, de acuerdo a estimados recientes de Juan Chacaltana, el número de jóvenes
que ni estudia ni trabaja todavía supera el millón en todo el país.
En el lado positivo, la mayor
demanda de trabajadores por parte de las empresas está aumentando el empleo
adecuado, aquél con remuneraciones suficientes para pasar el umbral de la
pobreza monetaria, a ritmos de dos dígitos en los últimos años. Los ingresos
reales promedio también están mejorando a tasas cercanas al 10% anual
reflejando esta mayor capacidad de la economía de absorber a la población en
ocupaciones productivas, sacándolas del subempleo y la pobreza. En este caso
aumentan más las remuneraciones reales de técnicos, lo que indicaría una
creciente escasez de mandos intermedios, manifestada en reiteradas
oportunidades por los gremios empresariales.
Estamos pues ante una paradoja
más de nuestra economía. Habría más de un millón de jóvenes que ya no estudia,
pero que tampoco trabaja ni busca activamente un empleo, y cientos de empresas
que necesitan de estos jóvenes bien calificados en ocupaciones técnicas pero
que no los consiguen. He aquí un papel crucial del Estado en esta coyuntura:
acercar esa oferta de jóvenes con esa demanda de empresas, a través de un Plan
Nacional de Formación y Empleo Juvenil y programas tales como Jóvenes a la Obra
y Beca 18.
Debemos
seguir cosechando los frutos de dos décadas de estabilidad económica, que se ha
convertido en un patrimonio nacional felizmente resguardado por sucesivos
gobernantes, y continuar sembrando capital humano y empleabilidad en todos los
peruanos para alcanzar el desarrollo sostenido. No permitamos que el
crecimiento se detenga por esta paradoja en tiempos inmejorables para el país.
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