miércoles, 1 de junio de 2011

Pobreza a dos ritmos

Tal como podía esperarse de un crecimiento económico de casi 9% registrado el año pasado, la pobreza se redujo en tres puntos porcentuales hasta situarse en 31.3% en el 2010. Este promedio nacional sigue escondiendo contrastes muy marcados. Así, el porcentaje de pobres en Lima Metropolitana asciende a 12.8%, mientras que en la Sierra Rural se eleva a 61.2% (¡casi 5 veces más!) y en Huancavelica alcanza al 66.1% de su población.

Pero las disparidades no son sólo en la “fotografía del momento”, sino que también suceden “durante toda la película”, es decir, en la evolución de estos indicadores a lo largo del tiempo. Los resultados recientes permiten una mirada de mediano plazo, con una metodología estadísticamente comparable. Dicho análisis tiene ventajas indudables para captar tendencias, porque está menos afectado por variaciones coyunturales en los ingresos y gastos de las familias.

Están operando dos ritmos muy distintos de superación de la miseria en el país. Mientras que en las zonas urbanas la pobreza cayó prácticamente a la mitad, de 37.1% a 19.1%, en sólo un quinquenio (y en Lima se redujo en casi dos tercios), en las zonas rurales disminuyó no mas de un quinto, de 69.8% a 54.2%, y en la Sierra Rural pasó de 75.8% a 61.2%.

Las cifras demuestran que el crecimiento de la economía de mercado reduce sustancialmente la pobreza en zonas integradas a la misma, como son la capital y el resto de ciudades grandes y medianas de todo el país. Mientras tanto, las zonas rurales dispersas e históricamente aisladas necesitan de mucho más apoyo estatal efectivo para salir de la pobreza. Caso contrario, los votos y protestas “antisistema” seguirán poniendo en riesgo todo lo conseguido y por conseguirse en cada elección nacional, regional y local futura.

El Estado tiene que ser más eficaz en mejorar las oportunidades para estas poblaciones, proveyéndolas de capital humano de calidad e infraestructura económica para integrarse al mercado nacional y mundial. No podemos aspirar a ser una Economía del Primer Mundo con un Estado del Tercer Mundo.

Se necesita, al mismo tiempo, preservar el ritmo de generación de riqueza y empleo que produce la inversión privada, con el modelo macroeconómico vigente, y un cambio sustancial en la efectividad del Estado en materia de políticas microeconómicas y sociales.

Artículo para El Comercio, 30 de mayo de 2011