miércoles, 15 de octubre de 2014

FMI 25 años después

Cuando uno empieza a marcar los hechos cada cuarto de siglo, puede estar seguro de ir ganando edad y, ojalá, sabiduría o, ¡por lo menos experiencia! Estuve la semana pasada en Washington D.C., invitado por el FMI para las actividades de su Asamblea Anual conjunta con el Banco Mundial (la misma que se celebrará el 2015 en Lima) y caí en la cuenta de que habían pasado 25 años desde la primera vez que pisaba sus instalaciones como practicante de verano.

Por entonces el Perú estaba en una crisis tan grande que muchos dudábamos si tenía salida. Era un país inelegible para recibir recursos financieros del exterior por su decisión unilateral de suspender el servicio de la deuda. Sin embargo, muchos añorábamos con regresar porque resultaba frustrante haber aprendido tanto para contribuir a su desarrollo y no poder hacerlo.  Felizmente, logramos escapar de esa trampa generacional y recobrar la estabilidad y perspectivas de crecimiento y desarrollo de las últimas dos décadas.

¿Qué se ha mantenido y qué ha cambiado en el FMI en todo este tiempo? El Fondo ha seguido fiel a su mandato de monitorear la economía mundial, prevenir situaciones de crisis, y apoyar a países con dificultades macroeconómicas. Las crisis internacionales, lamentablemente, han seguido sucediendo: de la crisis de la deuda latinoamericana en los 80s, pasamos a la crisis asiática de los 90s, y ahora todavía estamos inmersos en las consecuencias de la crisis financiera internacional que explotó en el 2008. Los sentimientos en Washington el fin de semana eran mixtos, pues hay regiones como Estados Unidos y China que están creciendo a buen ritmo, pero Europa no termina de salir del hoyo y puede irse por su tercera recesión en 6 años.

El FMI y el Banco Mundial se han tornado más dialogantes y transparentes con el correr de los años. Ahora se invita a la sociedad civil y a la academia a compartir las actividades de la Asamblea Anual. Hace quince años, cuando pasé un quinquenio trabajando por allá, la única participación de las ONG era a través de protestas callejeras que eran contenidas por barricadas a varias cuadras a la redonda.

En un reciente estudio del Fondo sobre perspectivas de los países emergentes que fui invitado a comentar quedaba claro que, en promedio, la mitad del boom de nuestros países había sido producto de la buena suerte externa y que la otra mitad se debía al esfuerzo interno. Ausente ahora la buena estrella externa, había que duplicar o más los esfuerzos internos de reformas para seguir creciendo y desarrollándonos.

Pero hay elementos comunes de los 80s y hoy que indican que el camino a nuestro desarrollo sostenido todavía no está asegurado. Ahora, como entonces, se detienen grandes proyectos de inversión que pueden aprovechar racionalmente nuestros ingentes recursos naturales para acelerar el desarrollo. Camisea se postergó por cerca de dos décadas retrasando enormemente nuestro progreso. Finalmente se pudo hacer y hoy en día se pueden comprobar sus palpables contribuciones.

No esperemos que otros  proyectos importantes permanezcan paralizados cuando sí es posible desarrollarlos de una manera ambientalmente sostenible, de forma que beneficie a todos los peruanos, especialmente a los más necesitados.

Publicado en El Comercio el 15 de Octubre del 2014