Cuando
uno empieza a marcar los hechos cada cuarto de siglo, puede estar seguro de ir
ganando edad y, ojalá, sabiduría o, ¡por lo menos experiencia! Estuve la semana
pasada en Washington D.C., invitado por el FMI para las actividades de su
Asamblea Anual conjunta con el Banco Mundial (la misma que se celebrará el 2015
en Lima) y caí en la cuenta de que habían pasado 25 años desde la primera vez
que pisaba sus instalaciones como practicante de verano.
Por
entonces el Perú estaba en una crisis tan grande que muchos dudábamos si tenía
salida. Era un país inelegible para recibir recursos financieros del exterior
por su decisión unilateral de suspender el servicio de la deuda. Sin embargo, muchos
añorábamos con regresar porque resultaba frustrante haber aprendido tanto para
contribuir a su desarrollo y no poder hacerlo.
Felizmente, logramos escapar de esa trampa generacional y recobrar la
estabilidad y perspectivas de crecimiento y desarrollo de las últimas dos
décadas.
¿Qué
se ha mantenido y qué ha cambiado en el FMI en todo este tiempo? El Fondo ha seguido
fiel a su mandato de monitorear la economía mundial, prevenir situaciones de
crisis, y apoyar a países con dificultades macroeconómicas. Las crisis
internacionales, lamentablemente, han seguido sucediendo: de la crisis de la
deuda latinoamericana en los 80s, pasamos a la crisis asiática de los 90s, y
ahora todavía estamos inmersos en las consecuencias de la crisis financiera
internacional que explotó en el 2008. Los sentimientos en Washington el fin de
semana eran mixtos, pues hay regiones como Estados Unidos y China que están
creciendo a buen ritmo, pero Europa no termina de salir del hoyo y puede irse por
su tercera recesión en 6 años.
El
FMI y el Banco Mundial se han tornado más dialogantes y transparentes con el
correr de los años. Ahora se invita a la sociedad civil y a la academia a
compartir las actividades de la Asamblea Anual. Hace quince años, cuando pasé
un quinquenio trabajando por allá, la única participación de las ONG era a
través de protestas callejeras que eran contenidas por barricadas a varias
cuadras a la redonda.
En
un reciente estudio del Fondo sobre perspectivas de los países emergentes que
fui invitado a comentar quedaba claro que, en promedio, la mitad del boom de nuestros
países había sido producto de la buena suerte externa y que la otra mitad se
debía al esfuerzo interno. Ausente ahora la buena estrella externa, había que
duplicar o más los esfuerzos internos de reformas para seguir creciendo y
desarrollándonos.
Pero
hay elementos comunes de los 80s y hoy que indican que el camino a nuestro
desarrollo sostenido todavía no está asegurado. Ahora, como entonces, se
detienen grandes proyectos de inversión que pueden aprovechar racionalmente
nuestros ingentes recursos naturales para acelerar el desarrollo. Camisea se
postergó por cerca de dos décadas retrasando enormemente nuestro progreso. Finalmente
se pudo hacer y hoy en día se pueden comprobar sus palpables contribuciones.
Publicado en El Comercio el 15 de Octubre del 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario