Cuando
hacemos una comparación entre los años iniciales de Gestión, a fines de los 80s,
y la actualidad, encontramos grandes diferencias en la medición y resultados de
la pobreza en el Perú.
En
cuanto a su medición, hay tres grandes distinciones. Primera: a fines de los
80s se había perdido confianza en las estadísticas del INE de entonces,
producto de la hiperinflación, crisis generalizada y sospechas de politización
de su trabajo. Segunda, como fruto de esa crisis, el INE carecía de un mínimo
de recursos razonables para producir mediciones de pobreza estadísticamente
confiables. Por último, las metodologías de medición, especialmente de pobreza
monetaria, todavía no tenían el consenso técnico ni político a nivel nacional o
internacional. De hecho, las mediciones de pobreza de 1991 y 1994 las realizó CUANTO
con recursos del Banco Mundial.
Hoy
en día, el INEI ha recobrado credibilidad en su trabajo técnico y posee
recursos presupuestales razonables para realizar prolijas encuestas anuales de
condiciones de vida a una gran muestra de hogares del país. Asimismo, la
metodología de la pobreza monetaria se ha consolidado mundialmente y su
aplicación al caso peruano es monitoreada por un comité amplio de expertos del
gobierno, la academia y la sociedad civil para asegurar la transparencia y
comparabilidad de resultados.
En
cuanto a resultados, las diferencias también son notables. Todas las
estimaciones indican que la pobreza monetaria superaba el 50% de la población a
fines de la década del 80s y que se ha reducido a la mitad desde entonces (23.9%
es el último dato del 2013) cumpliéndose con el Objetivo de Desarrollo del
Milenio establecido en 1990 para lograrse en el 2015.
La
disponibilidad virtual de las bases de datos para su uso abierto y gratuito ha
permitido múltiples estudios que han establecido, por ejemplo, que hasta tres
cuartas partes de dicha reducción de pobreza se deben al robusto crecimiento
económico logrado, gracias a unas políticas económicas sensatas y estables.
La
proporción restante se puede atribuir a políticas sociales consolidadas con
programas de transferencias monetarias condicionadas a la inversión en capital
humano. Aunque con las dificultades propias de nuestra debilidad institucional
y aprovechamiento político, algunos de estos programas se han mantenido durante
varios gobiernos mostrando una incipiente profesionalización en las políticas
sociales.
Publicado en Suplemento de Aniversario de Gestión el 25 de setiembre 2014
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