La migración de individuos, familias y grandes
colectivos humanos, desde el distrito, provincia o región de origen, hacia otra
localidad generalmente lejana, dentro o fuera del país, es casi siempre un acto
heroico. Demanda asumir muchos sacrificios personales y familiares, sortear
grandes dificultades económicas, enfrentar nuevas culturas y costumbres, y
hasta superar procesos de discriminación arraigados en los lugares de destino.
Desde el punto de vista económico, la migración es una
inversión en capital humano de elevado costo inicial con la esperanza de una mejor
vida futura. Quienes finalmente migran suelen ser más emprendedores y
progresistas que aquellos que dejaron atrás en sus comunidades de origen.
Empiezan ganando menos que los lugareños de la localidad en la que se asientan
pero, en base a su denodado esfuerzo y ganas de superación, en muchos casos terminan
igualando y hasta superando los ingresos de los locales.
Esta poderosa imagen de la migración, que siempre ha
sido emotiva en todas partes del mundo, ha adquirido una connotación muy
especial para nuestro país en el último medio siglo. La gran migración del
campo a la ciudad ha sido posiblemente el fenómeno socio-económico más
importante ocurrido dentro del Perú contemporáneo.
En “La fuerza económica de las migraciones internas”,
Aníbal Sánchez, economista, sociólogo y directivo del INEI, recopila y analiza los
flujos migratorios ocurridos dentro del país en las últimas décadas y evalúa
sus efectos. Los datos son impresionantes: uno de cada cinco peruanos (más de
seis millones) reside en una región diferente a la que lo vio nacer, y uno de
cada tres (más de diez millones) vive en un distrito distinto al que registró
su nacimiento. Somos en buena parte un país de migrantes internos, elemento
central actual de la identidad peruana y la construcción de una nación más
integrada.
Sabíamos, por los trabajos pioneros de José Matos Mar
y Rolando Arellano, que en Lima se juntan, parafraseando a José María Arguedas,
“todas las sangres”, y que ahora es una “Ciudad de los Reyes, los Chávez, y los
Quispe”. No obstante, es apabullante reconocer que el 40% de la fuerza laboral
en Lima Metropolitana es migrante. Asimismo, recordábamos por un trabajo nuestro
con el Censo 2007 que zonas de selva como Madre de Dios han desplazado a Lima
como las mayores receptoras relativas de migración interna. Es aleccionador
conocer que el 56% de la fuerza laboral de aquella región es migrante, atraída
por las oportunidades formales e informales aparecidas allí.
En relación a la racionalidad económica del migrante,
este estudio revela que el ingreso promedio mensual del migrante en la última
década ha sido de 1,341 soles. Mientras tanto, el ingreso promedio del no
migrante fue de 1,054 soles. Se trata de una importante diferencia de 29% explicada
en parte por esas ansias de progreso y superación que llevan consigo los
migrantes.
Publicado en el diario El Comercio el 24 de junio del 2015.
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