lunes, 28 de noviembre de 2016

No se trata solo de habilidades cognitivas

Nos tocó comentar el último Reporte CAF “Más habilidades para el trabajo y la vida”, presentado en la Universidad del Pacífico. El volumen discute de manera comprensiva los aportes de la familia, la escuela, el entorno y el mundo laboral a la formación de estas habilidades.

Para lograr una adecuada inserción al trabajo y una vida plena, ya no basta acumular un nivel suficiente de habilidades cognitivas durante el proceso educativo. El consenso académico indica que igualmente importante es desarrollar un conjunto de habilidades socioemocionales –llamadas también competencias blandas–, que tienen que ver con aspectos como la perseverancia, la determinación, el autocontrol, la necesidad de logro, la apertura a nuevas experiencias, la extraversión y la empatía, entre otros.

Con Juan Francisco Castro, Pablo Lavado y un equipo del CIUP hemos medido el impacto de algunos de estos rasgos en la población adulta peruana, gracias a una encuesta pionera del Banco Mundial. Así, un bajo nivel de habilidades socio-emocionales influye negativamente tanto en la decisión de continuar con la educación superior como en las condiciones laborales y posibilidades de éxito en el primer empleo post-universitario.

Sin embargo, ¿cómo compararnos con otros países si no existen pruebas internacionales en estas áreas? CAF utiliza la metodología Borghans-Schils y PISA (pruebas estandarizadas de lectura, matemática y ciencias) para captar también déficits relativos en habilidades socio-emocionales, a través del porcentaje de alumnos cuyo rendimiento decae durante la prueba (la dificultad de las preguntas está distribuida aleatoriamente).

En países líderes, como Finlandia y Singapur, los porcentajes de estudiantes que responden correctamente las preguntas disminuye en cuatro a cinco puntos entre la primera y última (de 88% a 84% en el primer caso, y de 83% a 78% en el último). En cambio, en el Perú la pendiente negativa es cinco veces mayor: va desde 54% de aciertos en la primera pregunta a solo 29% en la última. En proporción, somos con Colombia los países latinoamericanos con mayor tasa de decaimiento en este novedoso indicador, lo que denota falta de persistencia y motivación.

Hugo Ñopo coincidió en destacar estos déficits en áreas socioemocionales como una restricción para nuestro desarrollo. Comparó estos resultados con nuestro desempeño en otras facetas como el fútbol. Somos el seleccionado sudamericano que menos sostiene un marcador favorable en los últimos diez minutos del primer o segundo tiempo de un partido (¡esperamos que el histórico 4-1 ante Paraguay de esta semana, luego de 12 años de no ganar de visita y remontando un marcador adverso, sea el inicio de un cambio de tendencia sostenido!).

¿Cómo hacer frente a estos déficits acumulados desde la primera infancia y perpetuados en la adultez? No hay todavía recetas mágicas desde el sistema educativo, pero un enfoque transversal que incluya la buena crianza, el deporte, el arte y la tutoría permanente parece imprescindible (la presencia de tres ministros en el evento demuestra la importancia del tema).


La noticia alentadora es que economistas y psicólogos expertos mundiales, como Heckman y Duckworth, señalan enfáticamente que sí se puede invertir en mejorar estas competencias desde temprano y que su retorno privado y social está por demás asegurado.

Publicado en  El Comercio el día 13 de noviembre de 2016

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