Terminamos el 2013 creciendo alrededor
de 5%, por debajo de nuestro potencial de 6% y del promedio del lustro anterior
de 6.5%. Hubo un factor externo (nueva reducción de precios de exportación de 7%)
que explica parte del resultado, pero también una variable más interna
(incremento de la inversión privada de sólo 4%) que no podemos darnos el lujo
de descuidar, si queremos seguir camino al desarrollo. La nota de corto plazo es
aprobatoria, con varias sugerencias de mejora. La sostenibilidad del crecimiento
a mediano plazo dependerá de un clima más favorable y predecible para la
inversión privada, mejores instituciones públicas, mayor infraestructura física
y un gran salto en la calidad de nuestro capital humano.
Ahora bien, resulta más fácil
implementar cualquier megaproyecto de infraestructura (como una segunda línea del
Metro de Lima o la carretera longitudinal de la Sierra) que incrementar los
aprendizajes de gran parte de nuestra niñez. He allí una gran fuente de frustración
para todos. El gasto público en educación sigue en 3% del PBI, a pesar de todos
los buenos discursos. Esto parece “inconsistente” con un mayor crecimiento
futuro de la economía. Pero la “caja
fiscal” sólo tiene 16% del PBI a repartirse entre 18 ministerios, 25 regiones,
cientos de provincias y miles de distritos. Y todo reclamo resulta de máxima
prioridad, desde inversiones en seguridad ciudadana hasta mejoras en el gasto
en salud y protección social.
Paradójicamente, las diversas
instancias del sector Educación devuelven anualmente no menos de mil millones
de dólares de presupuesto, alrededor de medio punto del PBI, por incapacidad de
gastar e invertir más y mejor. Y el sector se encuentra entrampado en un
enjambre de normas y procedimientos kafkianos que no se atacan de raíz (por
ejemplo, una simple renovación de alquiler del local del Consejo Nacional de Educación
siguió 89 trámites que tomaron 98 días). Mientras tanto, los aprendizajes continúan
estancados (sólo 13% de niños de segundo grado logran el nivel adecuado de
rendimiento matemático y nos mantenemos en la cola de la prueba PISA), a pesar
del foco de atención que han tenido en los últimos años y dos administraciones
gubernamentales distintas.
¿Debemos ser pesimistas sobre
el futuro de la educación y la posibilidad de alcanzar el desarrollo del Perú? No
necesariamente. Hay varias tendencias esperanzadoras que depende de todos
nosotros consolidar. Cada vez hay más organizaciones aportando en el sector: agrupaciones
de jóvenes profesionales que destinan sus primeros años a la enseñanza en
escuelas públicas; empresarios líderes que invierten directamente en innovaciones
en la educación básica y superior; gremios que analizan y reclaman una política
educativa de mayor envergadura. Asimismo, un creciente número de profesionales de
primer nivel se está sumando a trabajar directamente en la gestión del sector
educación, y esperamos que se puedan mantener en esta impostergable labor por
sucesivos gobiernos.
En suma, se trata de convencer
y persistir para el logro de un gran salto cualitativo que tomará necesariamente
varias décadas de largo y arduo esfuerzo, pero que debe empezar ahora y no
amainar en el camino. Es el mejor homenaje que le podemos brindar a Jesús
Herrero, ese gran apóstol de la educación peruana que nos dejó súbitamente el
mes pasado cuando tenía mucho más que aportar todavía.
Publicado en El Comercio el 8 de Enero del 2014
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