¿Cuál sería el órgano
del cuerpo humano más importante para la inversión en capital humano, de la que
tanto hemos hablado a lo largo de estas columnas? Sin lugar a dudas creemos que
es el cerebro. Por ello resulta crucial entender su funcionamiento para economistas, educadores, médicos, psicólogos,
psiquiatras, antropólogos, marketeros y otros estudiosos interesados en el
aprendizaje, comportamiento y desarrollo humano. De hecho, en los últimos años se
están desarrollando disciplinas fronterizas tales como la neuroeconomía,
neuroeducación, neuropsicología y neuromarketing. Sin embargo, resulta
sorprendente lo poco que realmente se sabe sobre el funcionamiento de este
misterioso y complejo órgano.
Tecnologías avanzadas como
tomografías computarizadas e imágenes de resonancias magnéticas funcionales, con
un grado de precisión de hasta un milímetro cúbico, al igual que investigaciones
con pacientes con diversas lesiones cerebrales y otras especies, han permitido
una mayor acumulación de conocimiento sobre el cerebro en las últimas décadas,
pero todavía el avance es muy incompleto.
Grafiquemos el mayúsculo
reto científico en unos cuantos datos: el cerebro humano en un adulto pesa un
promedio de 1.5 kg pero contiene hasta cien mil millones (10 elevado a la
potencia 11) de neuronas, que son las responsables de transmitir señales a
través de hasta mil billones (10 elevado a la 15) de conexiones sinápticas, que
están detrás de todas nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. Se estima
que el total de axones, prolongaciones
de neuronas transmisoras de impulsos nerviosos, en un solo cerebro sobrepasa
los 150 mil kilómetros de longitud ¡más de 13 vueltas completas al planeta
tierra!
Un buen libro de
divulgación es "Los 12 principios del cerebro" del biólogo molecular
John Molina, que hace accesible el conocimiento sobre el cerebro a padres,
educadores y empresarios. Una de sus principales mensajes es que, si bien todas
estas neuronas y sistema cerebral tienen una estructura parecida en todos, el
“cableado” entre ellas es específico a cada ser humano. Una metáfora adecuada son
las vías de comunicación: las autopistas y avenidas neuronales son iguales en
todos pero la individualidad es infinita en los jirones y calles cerebrales
específicas. Así, por ejemplo, “desde sustantivos hasta verbos y otros aspectos
gramaticales, cada uno de nosotros almacena el lenguaje en áreas diferentes”
(p.76).
Por ello, Molina aboga
por enfoques individualizados de atención a estudiantes de una materia, y a
clientes y empleados de una empresa. En el caso de la educación, la sugerencia
práctica sería combinar sesiones tradicionales, dirigidas a todo un salón de
clases, con cada vez mayor cantidad y calidad de talleres con grupos pequeños,
que atiendan las velocidades diferentes de desarrollo de distintas áreas del
cerebro.
Para culminar con
esta primera entrega sobre el funcionamiento del cerebro, recordemos que, desde
una perspectiva evolucionista, el cerebro humano se desarrolló mientras el
hombre caminaba grandes distancias para proveerse de alimento y refugio. Y parece
que la correlación positiva continúa, aún en épocas actuales de crónico
sedentarismo. Está comprobado rigurosamente que la memoria de largo plazo, y
las capacidades de razonamiento, atención y resolución de problemas, mejoran
con una rutina de actividad física moderadamente intensa realizada al menos tres
veces por semana. Así que ¡muévase!
Publicado en El Comercio el 23 de Junio del 2014.
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