viernes, 8 de enero de 2016

Cumbre de primer mundo

Durante la semana pasada, Lima fue exitosísima sede de la Asamblea Anual del FMI y Banco Mundial, realizado en América Latina después de 48 años. Haber sido elegidos como anfitriones para tan importante ocasión ha sido un reconocimiento explícito a los progresos logrados por la economía peruana en estos últimos 25 años.

Muchos asistentes internacionales regresaban al Perú después de décadas y quedaron absolutamente impresionados con los cambios registrados en nuestro país y capital. Los analistas mundiales han podido comprobar de manera vivencial la gran recuperación de nuestra economía y el potencial para continuar con su desarrollo.

Para los economistas y financieros, asumir la compleja logística de este tipo de cumbre equivale a organizar un Mundial de Fútbol o Juegos Olímpicos.  Cada tres años se elige una ciudad fuera de Washington que pueda disponer de infraestructura y condiciones de seguridad al nivel del primer mundo para albergar a los ministros de economía, finanzas y presidentes de bancos centrales de 188 países, y más de 12,000 participantes entre inversionistas, líderes empresariales, activistas del desarrollo, académicos, periodistas y hasta estrellas de cine. El consenso entre todos fue que el evento estuvo impecable.

En cuanto al panorama económico internacional, al principio de la semana se empezó con pronósticos un tanto nublados, en encuentros en la Universidad del Pacífico el lunes y martes. Sin embargo, conforme se discutía a profundidad con los actores directos de países desarrollados y emergentes durante la semana, la visión se clarificaba y, al cierre del evento el domingo, se terminó con un cielo parcialmente soleado: los tiempos son más retadores, acabado el superciclo de las materias primas, pero hay mayor certidumbre sobre el potencial de crecimiento sostenido del mundo emergente, la calidad de sus políticas y policymakers, y las reformas estructurales que necesitan retomarse.

La construcción en tiempo récord del Centro de Convenciones de Lima y la Torre del Banco de la Nación, junto con la perfecta organización del evento, nos brinda lecciones mayores: cuando tenemos ambiciones, metas y plazos claros como país, podemos acortar aceleradamente las brechas de infraestructura física, organización y capital humano, y competir con el mundo entero en la producción de toda clase de bienes y servicios.

Mientras me movilizaba a lo largo del denominado “Complejo Cultural de la Nación” (que incluye decenas de ambientes espectaculares para eventos de este tipo en el fabuloso Centro de Convenciones, la Torre del BN, el Museo de la Nación, el Gran Teatro Nacional y la Biblioteca Nacional), recordaba que hace una década atrás Lima también fue sede de un evento económico regional: la Asamblea Anual del BID.


Entonces solo se tenía el Museo de la Nación y hubo que acondicionar varios ambientes provisionales para realizar las reuniones plenarias. Hoy, y por décadas, podemos albergar grandes eventos nacionales e internacionales, compitiendo con otras capitales regionales y mundiales. Los siguientes pasos para completar el proceso serían construir un gran hotel en las cercanías, concesionar un selecto número de restaurantes, y realizar la obra tan necesaria de conexión por vía rápida de toda la Avenida Javier Prado hasta el Aeropuerto.

Artículo publicado en el Diario El Comercio el 14 de octubre de 2015.

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